Hiler y Mussolini

Hiler y Mussolini

“Tanto en Italia como en Alemania, el clima político provocado por el descontento popular contra la guerra y sus consecuencias económicas, unido a la reanimación que, para el movimiento obrero europeo, supuso la revolución soviética de 1917, cristalizó en una coyuntura claramente revolucionaria que, en alguno de los casos que estudiamos (Alemania, noviembre de 1918), provocó una honda crisis en el sistema de dominación establecido. En ambas sociedades, sin embargo, estos vasos movimientos de protesta popular quedaron frustrados por lo que a sus posibilidades de profundizar el proceso revolucionario se refiere. En los primeros años veinte, el conflicto de dominación, como realidad efectiva y, en menor grado, como presencia simbólica, va replegándose en Italia y en Alemania. Continúa una cierta agitación industrial, transparentada en las luchas económico-reivindicativas, y campesina, pero el planteamiento de estas pugnas ha perdido su inicial carácter conscientemente anti-sistema. Este declinar del conflicto de dominación iba a tener consecuencias fundamentales en la evolución política posterior de ambos países. Una primera observación a hacer es la de que ciertas capas de la clase obrera e importantes contingentes de las pequeñas burguesías experimentan una crisis de representación por referencia a las fuerzas políticas que habían protagonizado las jornadas revolucionarias y fracasado en su culminación política. Los partidos obreros -socialistas y comunistas, fundamentalmente- se muestras progresivamente impotentes para el encuadramiento de la difusa protesta social que caracteriza al período. Esta ruptura del vínculo entre representantes y representados ponía las condiciones para que, a partir de la situación anómica de amplios sectores de la población, se iniciase el proceso de fascistización.”

Javier Jiménez Campo El fascismo en la crisis de la II República (Centro de Investigaciones Sociológicas), Madrid, 1979 (pàg. 36)

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«Negrín intuyó la guerra europea entre fascismos y democracias»

El especialista en la II República habla hoy sobre su último presidente en la Facultad de Filosofía

VALLADOLID. A Europa le trajo su amor por la música, a España, la simpatía por los exiliados. Flautista semiprofesional, que tocó en público por última vez en la celebración de su 85 cumpleaños, dice que ya no tiene músculos para las notas altas y que está «duro de oído». Este judío que nunca entendió para qué formaba parte del ‘pueblo elegido’, vivió tres décadas en Barcelona, donde tocaba en un cuarteto con el doctor Alfredo Rochas. Gabriel Jackson, nonagenario, cruza el charco para hablar de Negrín con su nieta, Carmen Negrín. –¿Le marcó la vida académica su encuentro con exiliados españoles en México y en Francia? –Fue intuitivo desde mi primer contacto en México. Allí coincidí en el piso con un especialista en medicina tropical y él me presentó a una docena de exiliados. Encima de nosotros vivía la viuda de Azaña. Y el resto eran políticos de la República. Sentí una simpatía natural por su interpretación de la vida. Luego estuve cinco años en el Ejército como cartógrafo y retomé una incipiente carrera de profesor de historia. En Toulouse intenté hacer una tesis sobre la República pero mi profesor dijo que no había pasado suficiente tiempo, era el año 1950, que escribir de la Guerra Civil era hacer periodismo no historia. Me sugirió Joaquín Costa e hice la tesis sobre él. –Costa, Negrín ¿qué importancia le da a las biografías en medio de una historiografía más social? –Joaquín Costa fue un visionario. Se le identifica con el regeneracionismo pero es una teoría vaga que puede devenir en fascismo. Diría más bien que Costa es un adelantado a su tiempo capaz de hablar del cambio climático, estaba muy preocupado por la salubridad del agua y la amenaza de los productos químicos. En cuanto a los personajes, en cualquier sistema político hay personas claves que sirven para interpretar los hechos. –Políglota, científico, europeísta, ¿eligió a Negrín por su condición de ‘rara avis’ española? –En ese momento en el PSOE había tres facciones. Una más conservadora, la de Besteiro, que creía que los obreros no estaba maduros para la democracia. La socialdemócrata, liderada por Prieto y en la que militaba Negrín. Y otra más radical. Prieto y Negrín muy amigos hasta que en 1938 mantiene posiciones enfrentadas sobre la República. Indalecio era muy pesimista sobre sus posibilidades y Negrín veía la guerra internacional entre fascismo y democracias inevitable. Siente que la República española podría ser un aliado de esas democracias. En ese sentido Negrín es el hombre que mejor entiendo el significado de la guerra que se venía encima. Hay que recordar que entre 1934 y 1939 la URSS ofrece varios tratados a Gran Bretaña y Francia para frenar la ambición de Hitler. De haber cristalizado, quizá se lo hubiera pensado dos veces. Negrín es el más europeo de los socialistas españoles. –¿Siguen sin encontrarse las dos visiones de los historiadores sobre la guerra española? –Sí. Por lado hay un grupo de Semprún, Pradera, Preston, Carr o yo que somos favorables a la idea de la República, sin justificar los errores. Por otro, historiadores como Payne que aceptan la interpretación católica que considera que el franquismo era necesario para frenar una revolución comunista. No puede haber acuerdo entre los que la ven como freno a los fascismo y quienes la miran como la revolución comunista. –Coincidió en sus años de docencia en EE UU con Jorge Guillén, ¿qué recuerdo guarda de él? –Era un hombre maravilloso, cada vez que daba una opinión sonaba poesía. Los grandes profesores de la literatura española en América fueron los exiliados.

Imatge

Carmen Negrín, nieta de Juan Negrín, y Gabriel Jackson, historiador, hablarán hoy del último presidente de la II República.

EL NORTE DE CASTILLA /

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Ciudadano Juan

Un documental presentado en la Seminci de Valladolid reivindica la figura de Juan Negrín, último presidente de la II República, y rescata la intimidad de sus grabaciones de vídeo domésticas

Juan Negrín, mitin en e Frontón (México) 1945

 

SARA BRITO

Unos niños juegan en la nieve. Quien empuña la cámara de 8 milímetros que sigue sus juegos es su abuelo, Juan Negrín, último presidente de la II República española. El cineasta Sigfrid Monleón, codirector del documental Ciudadano Negrín, junto a Imanol Uribe y Carlos Álvarez, puso esas imágenes en el arranque del documental para constatar que, como en Ciudadano Kane y su Rosebud, también hay un enigma Negrín.

El filme acaba de ser presentado en la sección Tiempo de Historia de la Seminci y se vale de las cartas personales y oficiales como hilo conductor para construir el perfil político pero también íntimo del presidente de la II República ent

El filme acaba de ser presentado en la sección Tiempo de Historia de la Seminci y se vale de las cartas personales y oficiales como hilo conductor para construir el perfil político pero también íntimo del presidente de la II República entre 1937 y 1945. En Ciudadano Negrín se muestran por primera vez las grabaciones caseras encontradas en su archivo de París, cerca de la casa donde aún vive su nieta Carmen, y que realizó el doctor y político canario, cuando vivía en el exilio, con la amargura de la derrota y el escarnio político sobre sus hombros.

Además del “personaje peor tratado de la historia política moderna de este país”, como sostienen Sigfrid Monleón y un puñado de historiadores como Ángel Viñas o Gabriel Jackson, Negrín fue un apasionado de las cámaras, “un míster Gadget”, como le llama su nieta, con una sensibilidad pasmosa para el encuadre.

Sus imágenes son de una melancolía atroz. De pronto filma los juegos de sus nietos o se fija en el mar -quizás echando de menos el de su isla natal-, como registran sus viajes a México o a EEUU, donde vivían los padres de sus nietos Juan y Carmen, de los que se ocupó hasta su muerte en 1956. “Creo que en esas cintas caseras se adivina al hombre detrás de la cámara. Se transmite la emoción de alguien que estaba viviendo entonces, junto a sus nietos y su mujer Feli, una segunda oportunidad como ciudadano anónimo”, dice Monleón.

Negrín raramente sale, excepto alguna vez que lo vemos jugando con su perro Melchor. “Él era el director”, bromea Carmen Negrín. Pero se intuye que, como dejó dicho al final de su vida, ya enfermo, y después de haber perdido casi todo su patrimonio, y de haber sido difamado por Indalecio Prieto y José Giral, por el lado socialista, y por la propaganda franquista, por el otro: “Yo hubiera querido ser el ciudadano Juan”.

“Es una figura trágica que encarna la Historia española”

Negrín entró en política por “su humanismo”, sostiene su nieta. Había salido de Canarias con 14 años para estudiar medicina en Alemania y se había convertido en un científico puntero en el campo de la fisiología. Encarna, según los directores, el regeneracionismo de la época y, a la vez, la Historia española como nadie, la tragedia de la República, de lo que pudo ser nuestro país y no fue. “Es una figura trágica. Como dice Ángel Viñas, Negrín fue lo más parecido a un De Gaulle que ha tenido España, la diferencia es que él perdió”, apunta Carlos Álvarez, periodista afincado en Canarias, codirector del filme y el hombre que supo primero de las películas del estadista.

Un hombre culto

No era tanto un político partidista como un defensor de la legalidad

Fue un científico, un hombre ilustrado que hablaba más de seis idiomas (“Al final de su vida, en los cincuenta, se puso a estudiar árabe y chino porque decía que eran los idiomas del futuro”, relata Carmen Negrín), que impulsó la investigación en España, que tomó la decisión de mandar el oro del Estado a Moscú y que desde la jefatura de gobierno se opuso con su política de resistencia a Franco. “La paz negociada, siempre; la rendición incondicional, nunca. Yo no entrego indefensos a centenares de miles de españoles para que Franco se dé el gusto de fusilarlos”, dijo en 1939.

“Se demostró que su visión era la correcta. El creía desde el año 1937 que los países democráticos debían aliarse contra las fuerzas fascistas, que el caso español era la primera parte de una guerra mayor. No hablaba de guerra civil sino de guerra mundial. Luego su tesis se cumplió pero España ya había sido derrotada”, apunta Carlos Álvarez.

En el documental también aparecen Ángel Viñas y Gabriel Jackson, dos historiadores que han escrito largo y tendido sobre la figura de Negrín. Jackson recuerda emocionado en el filme las palabras que le dijo Negrín a Azaña en varias ocasiones: “Tengo que creer en la posibilidad de ganar para hacer mi trabajo”.

“Es un hombre que lo da todo, piensa en salvar lo que puede, en mantener en vida el espíritu de la República y del antifascismo”, razona Jackson. Hasta el final, hasta la última traición del jefe de la flota republicana, Miguel Buiza, en marzo de 1939, Negrín intentó una paz sin venganza y una evacuación de la población civil que no llegó.

El documental revela a un hombre íntegro que le confesó lo siguiente al agregado militar francés Louis Henry Morel en una carta de 1937: “Tomé partido por instinto. No estaba seguro, soy un hombre de orden. Una persona tranquila. Pero ¿quién empezó todo? Repito, soy un hombre de orden”.

“Es un ejemplo a reivindicar para las nuevas generaciones”

En efecto, Carmen Negrín recuerda el rigor con el que su abuelo los educó a ella y a su hermano (ejemplificado en la libreta que, muerto Negrín, descubrieron con las horas de matemáticas, latín o griego que los niños debían tomar a la semana), pero también el hombre generoso y comprometido que le dijo a Ramón Méndez lo siguiente al nombrarlo jefe de los carabineros: “Si comete usted alguna seria equivocación, no será usted el que la ha cometido, seré yo”.

Demócrata por encima de toda adhesión política, cercano al pueblo, la película señala la personalidad humanista e íntegra de Negrín, no tanto una figura partidista como un defensor de la legalidad republicana. “Lo impresionante es que después de 70 años no haya una sola película sobre Negrín, salvo la que hizo la Fundación Iglesias, que no entraba a valorar los enfrentamientos y traiciones de sus compañeros”, mantiene Monleón.

“¿Cómo encaras al personaje entonces?”, se pregunta el director. Y responde: “A Negrín hay que divulgarlo y hay que reivindicarlo como un ejemplo para las nuevas generaciones”.

El chivo expiatorio de la República

 “No veo qué otra opción pueda tomarse que la de resistir lo máximo que sea posible, dando margen a la diplomacia internacional para la victoria de la democracia republicana”, decía Juan Negrín poco después de asumir la cartera de Defensa. Acusado de alargar la guerra y de producir más muertes de las necesarias, fue, según los propios directores del filme, “el chivo expiatorio”. “Dicen que la victoria tiene muchos padres pero que la derrota es huérfana. Bien, Negrín fue colocado como el padre de la derrota de la República española”, apunta el codirector del documental, Carlos Álvarez. “España se ha pasado mucho tiempo mintiendo sobre los actores de la II República. Es hora de terminar con la Transición”, decía ayer Carmen Negrín.

El exilio melancólico de un hombre justo

“Sé que voy a acabar mal parado”, confesaba Juan Negrín en 1939 en París. Y así fue. Difamado por sus compañeros de partido y por el aparato de propaganda de Franco, se refugió durante su exilio (entre Francia e Inglaterra) en la vida familiar, junto al amor de su vida, Feli, una mujer de origen humilde “cuyos consejos, cuidados y afecto” le habían ayudado a sobrellevar “la profunda depresión” que confesó tener desde su salida de España. A sus hermanos les escribe en marzo de 1956: “Volved a España. De lo que de mí digan no tenéis de qué preocuparos, pensad que si en algo dicen la verdad, es mi merecido. Y si difaman, por anticipado perdono a quien lo haga”.  

Publico   27/10/2010

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La huella de los voluntarios por la libertad

UNA historia de HORTA-GUINARDÓ… Monumento ‘David i Goliat’

Un monumento de Schifrin, en la boca norte del túnel de la Rovira, recuerda a los brigadistas

Clarence Kailin cumplirá el 6 de noviembre su último deseo: descansar junto a su amigo John Cookson. 72 años después de la muerte de este, John Kailin viajará con las cenizas de su padre desde EEUU hasta Marçà (Priorat). Su amistad se forjó en el campo de batalla. El que le costó la vida a Cookson el 11 de septiembre de 1938. Les unieron sus ideales. Los mismos que, cuando estalló la guerra civil, movieron a 35.000 voluntarios a cruzar las fronteras de sus 50 países para defender a la república española.

El coraje de los brigadistas internacionales, que lo dejaron todo para plantar cara al fascismo, ha dejado huella en Horta-Guinardó. En la boca norte del túnel de la Rovira, con el bullicio del intenso tráfico de fondo, una escultura convierte la rambla del Carmel en un espacio, desconocido para muchos transeúntes, de recuperación de la memoria histórica. David i Goliat, obra del escultor estadounidense Roy Schifrin a iniciativa de la Spanish Civil War Historical Society, conmemoraba el día de su inauguración, el 28 de octubre de 1988, el 50º aniversario de la emotiva despedida que Barcelona brindó a las Brigadas Internacionales.

El monumento contó con las aportaciones de Woody Allen, Gregory Peck o Leonard Bernstein, entre otros. Una inscripción recoge un fragmento del discurso que aquel día de 1938 pronunció Dolores Ibárruri, Pasionaria. «Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando, cuando el rechinar de los días dolorosos y sangrientos se esfumen en un presente de libertad (…) hablad a vuestros hijos, habladles de estos hombres de las Brigadas Internacionales (…)».

Recordar para no olvidar. Es lo que reivindica la Associació d’Amics dels Brigadistes Internacionals a Catalunya (ADABIC). La presidenta, Carmen Higueras, resalta que «fue un movimiento único» cuyo motor engrasaron miles de valientes con firmes ideales, a veces ignorados: «No eran mercenarios ni soldados de fortuna. Eran luchadores por la libertad». Lluís Martí Bielsa, expresidente de ADABIC y secretario de la Associació Catalana d’ex-Presos Polítics, insiste en que «eran personas aguerridas en la lucha contra el fascismo» y, lejos de buscar medallas, se declaraban «agradecidos por la oportunidad que en España tenían de combatirlo». Una lucha que a este catalán nacido en Aragón le mereció la Creu de Sant Jordi en el 2006.

David i Goliat, que recurre al gigante filisteo derrotado por un pastorcillo para simbolizar la caída del fascismo, reunirá el 23 de octubre a defensores incansables de la libertad. Una ofrenda floral homenajeará a los brigadistas a los pies de la escultura, que estrenará su señalización como espacio del Memorial Democràtic para difundir el papel de esos voluntarios y preservar su imborrable recuerdo. Otro de los puntos del distrito que se prevé señalizar es el Pavelló de la República.

«(…) No os olvidaremos, y cuando el olivo de la paz florezca… volved». Las palabras de la Pasionaria calaron hondo en Clarence Kailin. Tanto que, siete décadas más tarde, vuelve en el que será ya su último viaje.

Monumento a los brigadistas 8 El símbolo de la caída del fascismo. ÀLEX BELLART

El Periodico

13/10/2010

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China y el nuevo orden mundial

En medio de todas las supuestas amenazas a la superpotencia mundial reinante, un rival está emergiendo en silencio y con fuerza: China. Y Estados Unidos está analizando de cerca las intenciones de ese país.

El 13 de agosto, un estudio del Pentágono planteaba la preocupación de que China estuviera expandiendo sus fuerzas militares de manera que “pudiera neutralizar la capacidad de los buques de guerra estadounidenses de operar en aguas internacionales”, da cuenta Thom Shanker en The New York Times.

Washington ha hecho sonar la voz de alarma de que “la falta de transparencia de China sobre el crecimiento, las capacidades y las intenciones de sus militares inyecta inestabilidad a una región vital del globo”.

Estados Unidos, por el contrario, es bastante transparente sobre sus intenciones de operar libremente a lo largo y ancho de la “región vital del globo” que rodea China (y donde sea).

EEUU publicita su vasta capacidad para hacerlo: con un presupuesto militar en crecimiento que casi alcanza al del conjunto del resto del mundo, cientos de bases militares por todo el planeta, y un indiscutible liderazgo en la tecnología de destrucción y dominación.

La falta de entendimiento de las reglas de urbanidad internacionales por parte de China quedó reflejada en su objeción al plan de que el portaaviones nuclear USS George Washington participara en las maniobras militares de EEUU y Corea del Sur cerca de las costas chinas en julio, alegando que este tendría la capacidad de hacer diana en Pekín.

En cambio, Occidente entiende que dichas operaciones se llevaron a cabo para defender la estabilidad y su propia seguridad.

El término estabilidad tiene un significado técnico en el discurso de las relaciones internacionales: la dominación por parte de EEUU. Así, ninguna ceja se arquea cuando James Chace, ex editor de Foreign Affairs, explicaba que, a fin de conseguir “estabilidad” en Chile en 1973, fue necesario “desestabilizar” el país, derrocando al Gobierno electo del presidente Salvador Allende e instaurando la dictadura del general Augusto Pinochet, que procedió a asesinar y torturar sin miramientos, y estableció una red de terror que ayudó a instalar regímenes similares en otros lugares, con el apoyo de EEUU, por el interés de la estabilidad y la seguridad.

Es fácil reconocer que la seguridad estadounidense requiere un control absoluto. El historiador John Lewis Gaddis, de la Universidad de Yale, dio a esta premisa una impronta académica en Surprise, Security and the American Experience, donde investiga las raíces de la doctrina de la guerra preventiva del presidente George W. Bush. El principio operativo es que la expansión es “el camino a la seguridad”, una doctrina que Gaddis rastrea con admiración dos siglos hacia atrás, hasta el presidente John Quincy
Adams, autor intelectual del Destino manifiesto.

En relación con la advertencia de Bush de que los americanos “deben estar listos para acciones preventivas cuando sea necesario luchar por nuestra libertad y defender nuestras vidas”, Gaddis observa que el entonces presidente “se estaba haciendo eco de una vieja tradición, en vez de establecer una nueva” al reiterar principios que varios presidentes ya habían defendido y que desde Adams a Woodrow Wilson “habrían entendido muy bien”.

Lo mismo ocurre con los sucesores de Wilson hasta el presente. La doctrina de Bill Clinton era que EEUU estaba autorizado a utilizar la fuerza militar para asegurar “el acceso desinhibido a mercados clave, suministros energéticos y recursos estratégicos”, sin siquiera la necesidad de inventar pretextos del tipo de los de Bush hijo.

Según el secretario de Defensa de Clinton, William Cohen, EEUU debe consecuentemente mantener una enorme avanzadilla de fuerzas militares “desplegadas” en Europa y Asia “con el fin de moldear la opinión de la gente sobre nosotros”, y “para forjar acontecimientos que afectarán nuestra subsistencia y nuestra seguridad”. Esta receta para la guerra permanente –observa el historiador militar Andrew Bacevich– es una nueva doctrina estratégica, que fue amplificada más tarde por Bush Jr. y por Barack Obama.

Como todo capo de la Mafia sabe, incluso la pérdida de control más sutil puede desembocar en el desmoronamiento del sistema de dominación cuando otros son animados a seguir un camino similar.

Este principio central de poder es formulado como la teoría dominó en el lenguaje de los estrategas políticos. Se traduce en la práctica en el reconocimiento de que el “virus” del exitoso desarrollo independiente puede “contagiarse” en cualquier otro lugar y, de esta manera, debe ser destruido mientras las víctimas potenciales de la plaga son inoculadas, normalmente a manos de brutales dictaduras.

Según el estudio del Pentágono, el presupuesto militar de China se expandió a unos 150.000 millones de dólares, cerca de “la quinta parte de lo que el Pentágono se ha gastado para operar y llevar a cabo las guerras de Irak y Afganistán” en ese año, lo cual es sólo un fragmento del total del presupuesto militar estadounidenes, por supuesto.

Las preocupaciones de Estados Unidos son comprensibles si uno toma en cuenta la virtual e indiscutida suposición de que EEUU debe mantener un “poder incustionable” sobre la mayoría del resto de países, con “una supremacía militar y económica”, mientras asegura la “limitación de cualquier ejercicio de soberanía” por parte de los estados que pueda interferir con sus designios globales.

Estos fueron los principios establecidos por los planificadores de alto nivel y expertos de política exterior durante la Segunda Guerra Mundial, cuando desarrollaron el marco para el mundo de la posguerra, el cual fue ampliamente ejecutado.

EEUU debía mantener esta dominación en una “Gran Área”, que debía incluir, como mínimo, el hemisferio occidental, el lejano Oriente y el antiguo Imperio Británico, incluyendo cruciales recursos energéticos de Oriente Próximo.

Mientras Rusia comenzaba a pulverizar a los ejércitos nazis tras Stalingrado, las metas de la “Gran Area” se extendieron lo máximo posible por Eurasia. Siempre se ha entendido que Europa pudiera escoger seguir una causa alternativa, quizás la visión gaullista de una Europa desde el Atlántico hasta los Urales. La Organización del Tratado del Atlántico Norte nació en parte para contrarrestar esta amenaza y este asunto permanece muy vivo hoy en día en momentos en que la OTAN se expande hacia una fuerza de intervención de Estados Unidos, responsable del control de “infraestructuras cruciales” del sistema global del que depende
Occidente.

Desde que se convirtiera en la potencia mundial dominante durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha buscado mantener un sistema global de control. Pero ese proyecto no es fácil de mantener. El sistema se erosiona visiblemente, con implicaciones significativas para el futuro. China es un jugador potencial muy influyente y desafiante.

De todas las “amenazas” al orden mundial, la más consistente es la democracia –a menos que esté bajo algún control imperial– y, más generalmente, la afirmación de independencia. Estos temores han guiado al poder imperial a lo largo de la historia.

En Latinoamérica, tradicional patio trasero de Washington, los sujetos son cada vez más desobedientes. Sus pasos hacia la independencia experimentaron un avance adicional en febrero pasado con la formación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, que abarca a todos los países del hemisferio excepto Estados Unidos y Canadá.

Por primera vez desde las conquistas española y portuguesa hace más de 500 años, América Latina está avanzando hacia la integración, un prerrequisito para la independencia. También está empezando a resolver el escándalo interno de un continente dotado de ricos recursos pero dominado por diminutas islas de élites acaudaladas en un mar de miseria.

Además, las relaciones Sur-Sur se encuentran en pleno desarrollo, con China desempeñando un papel destacado tanto como consumidor de materias primas como inversionista. Su influencia está creciendo rápidamente y ha superado a la de Estados Unidos en algunos países ricos en recursos.

Más significativos aún son los cambios en la arena de Oriente Medio. Hace 60 años, el influyente planificador A. A. Berle aconsejó que controlar los incomparables recursos energéticos permitiría “un control sustancial del mundo”. A su vez, la pérdida de control amenazaría el proyecto de dominio global. En los años setenta, los productores importantes habían nacionalizado sus reservas de hidrocarburos, pero Occidente retenía una influencia sustancial. En 1979, Irán se “perdió” con el derrocamiento de la dictadura del Sha, que había sido impuesta por un golpe militar de EEUU y Reino Unido en 1953 para garantizar que este trofeo permaneciera en las manos adecuadas.

Ahora, sin embargo, el control se está escapando incluso de los clientes tradicionales de EEUU.

Las mayores reservas de crudo se encuentran en Arabia Saudí, una dependencia estadounidense desde que EEUU desplazó a Reino Unido en una miniguerra librada durante la Segunda Guerra Mundial. EEUU sigue siendo de lejos el mayor inversor en Arabia Saudí y su mayor socio comercial, y el país árabe apoya la economía estadounidense vía inversiones.

No obstante, más de la mitad de las exportaciones petroleras saudíes se dirigen ahora a Asia, y sus planes de crecimiento apuntan a Oriente. Lo mismo puede resultar cierto con Irak, el país con las segundas reservas más importantes del mundo, si puede reconstruirse después de las asesinas sanciones impuestas por EEUU y Reino Unido y de la posterior invasión. Y la política de EEUU está empujando a Irán, el tercer productor mundial de petróleo, en la misma dirección.

China es actualmente el segundo mayor importador de crudo de Oriente Medio y el mayor exportador a la región, reemplazando a EEUU. Las relaciones comerciales están creciendo de manera acelerada y se han duplicado en los pasados cinco años.

Las implicaciones para el orden mundial son significativas, como lo es el ascenso de la Organización de Cooperación de Shangai, que incluye buena parte de Asia, pero que ha rechazado a EEUU. Se trata “potencialmente de un nuevo cártel energético que involucra a productores y consumidores”, comenta el economista Stephen King, autor de Perdiendo control: las amenazas emergentes a la prosperidad occidental.

Entre los diseñadores de estrategias políticas y los comentaristas políticos occidentales, 2010 es llamado “el año de Irán”. La amenaza iraní se considera el mayor peligro para el orden mundial y enfoque prioritario de la política exterior de EEUU, doctrina que Europa sigue cortésmente un poco atrás, como de costumbre. Oficialmente se reconoce que la amenaza no es militar. En realidad, la amenaza es de independencia.

Para mantener la “estabilidad”, EEUU ha impuesto severas sanciones a Irán, pero, fuera de Europa, pocos están prestándole atención. Los países no alineados –la mayor parte del mundo– se han opuesto vigorosamente durante años a la política de EEUU hacia Irán.

Las cercanas Turquía y Pakistán se han embarcado en la construcción de nuevos oleoductos hacia Irán, y el comercio va en aumento. La opinión pública árabe está tan encolerizada por las políticas occidentales que la mayoría incluso aprueba el desarrollo iraní de un arma nuclear.

El conflicto beneficia a China. “Los inversores y comerciantes de China ahora están llenando un vacío en Irán a medida que los inversores de muchas otras naciones, particularmente de Europa, se retiran”, informa Clayton Jones en The Christian Science Monitor. En particular, China está expandiendo su papel dominante en las industrias energéticas iraníes.

Washington reacciona a todo esto con un toque de desesperación. En agosto, el Departamento de Estado advirtió de que “si China quiere hacer negocios en todo el mundo, también tendrá que proteger su propia reputación, y si alguien adquiere la reputación de un país dispuesto a evadir y esquivar las responsabilidades internacionales, eso tendrá un impacto a largo plazo… Sus responsabilidades internacionales son claras”. En otras palabras, que debe seguir las órdenes de Washington.

Es poco probable que los líderes chinos se sientan impresionados por tales declaraciones, que constituyen el lenguaje de una potencia imperial tratando desesperadamente de aferrarse a una autoridad que ya no posee. Una amenaza mucho mayor que Irán a su dominio internacional es una China que rehúsa obedecer sus órdenes. Y que, de hecho, como potencia mayor y en crecimiento, las descarta con desprecio.

*Noam Chomsky, distribuido por The New York Times Syndicate.
*Ilustración: Patrick Thomas

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Un Premio a la investigación del genocidio y la represión franquista

Nuevatribuna.es ha querido hacerse eco de una interesante iniciativa lanzada por el historiador Pedro Luis Angosto para premiar a aquellos investigadores dedicados a esclarecer uno de los capítulos más negros de la España del Siglo XX y a los que hoy en día se sigue condenando al ostracismo.
NUEVATRIBUNA.ES / ISABEL G. CABALLERO 17.03.2010
Historiador y periodista, autor de varios libros sobre la República, el exilio y la Dictadura, Pedro Luis Angosto Vélez se ha lanzado con una iniciativa altruista e inédita hasta el momento: la edición de un Premio anual dirigido a todos aquellos investigadores de la represión franquista. Nuevatribuna.es ha querido recoger esta propuesta, aún incipiente, para mantenerla viva en un intento por sacar a la luz el conocimiento de unos hechos que han permanecido ocultos durante mucho tiempo pero que sin duda son determinantes a la hora de que las generaciones futuras conozcan una ‘memoria histórica’ tantas veces maquillada y censurada sin tapujos.

Como Angosto, otros muchos historiadores sufren el ostracismo al que las editoriales y los grandes medios llevan tiempo sometiéndoles. Mirta NúñezÁngeles EgidoFrancisco SevillanoAbdón MateosAlicia AltedMatilde EiroaÁngel Viñas o Francisco Espinosa, son algunos de los nombres de un grueso de investigadores que han escrito sobre uno de los capítulos más negros de la España del Siglo XX, la mayoría de las veces sin ayudas y sin que nadie les reconozca su trabajo.

 

Como Angosto, otros muchos historiadores sufren el ostracismo al que las editoriales y los grandes medios llevan tiempo sometiéndoles. Mirta NúñezÁngeles EgidoFrancisco SevillanoAbdón MateosAlicia AltedMatilde EiroaÁngel Viñas o Francisco Espinosa, son algunos de los nombres de un grueso de investigadores que han escrito sobre uno de los capítulos más negros de la España del Siglo XX, la mayoría de las veces sin ayudas y sin que nadie les reconozca su trabajo.
En el trasfondo de esto late la idea de un oscurantismo institucionalizado que prima a escritores herederos de la rémora franquista: César VidalPío MoaFederico Jiménez Losantos… Las librerías están llenas de sus libros, los grandes medios de comunicación y las distribuidoras privilegian las obras de autores de la pseudohistoria franquista: “¿Es posible imaginar que entremos en una librería alemana y que las apologías del nazismo ocupen los lugares más privilegiados?”, se pregunta Angosto.

Este Doctor en Historia que lleva veinte años dedicado a investigar sobre el Siglo XX español afirma no tener ni al más mínimo afán de lucro. La idea es que con los beneficios obtenidos por la venta de uno de sus libros, La República en México, con plomo en las alas y una vez cumplidos los pagos fiscales estipulados por Hacienda, destinar esos ingresos para el Premio anual que podría rondar los 6.000 euros. Angosto renuncia de por vida a los derechos de autor y confía en que, en un futuro, otros historiadores puedan colaborar a la creación de este galardón y dar continuidad a “un premio de prestigio para quienes trabajan por y para recuperar nuestra memoria robada”, asegura.

El libro raíz del que parte esta iniciativa –cuyo primer capítulo ponemos a disposición de nuestros lectores- fue escrito por Angosto tras una exhaustiva investigación de archivos públicos y privados de México que explica cómo los sublevados en la Guerra Civil española, los golpistas que acabaron con la República, contaron con el respaldo no sólo de Hitler y Mussolini, sino también de las autoridades del Reino Unido y Estados Unidos, siendo México, con el entonces presidente Lázaro Cárdenas, “el único país que ayudó generosamente a la República”.

Según Angosto, “México se enfrentó a todos en su empeño” de defender la República Española y cuando llegó la derrota “se convirtió en segunda patria de muchos ciudadanos que la habían perdido para siempre”. De ahí que el historiador considere que su libro, además de un reproche a las grandes democracias de la época, es un homenaje a México, país al que, consideró, España debe “gratitud eterna”.

El nombre del premio esta abierto a cuantas sugerencias se recojan en Nuevatribuna.es así como a los apoyos de quienes como Angosto consideren que ha llegado la hora de desempolvar una página de la historia española oculta y silenciada y que no por ello ha dejado de glosarse por aquellos investigadores que trabajan entre bambalinas si saber si algún día podrán ver la luz sus obras, esas ‘otras obras’ que servirán para desmontar muchos mitos intencionadamente creados por aquellos que aún rinden pleitesía a la ignominia.

17/03/2010
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Sin héroes en la resistencia

El periodista Manuel Chaves Nogales escribió en 1940 La agonía de Francia, que ahora se recupera, en el que cargó sin piedad contra la falta de oposición al fascismo

PEIO H. RIAÑO MADRID 08/04/2010 

A Manuel Chaves Nogales la Gestapo lo había incluido en sus listas, posiblemente tras la entrevista que hizo a Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, al que calificó en el artículo de “ridículo e impresentable”. Corrían los primeros años de la década de los treinta y ya sentía un acentuado rechazo por cualquier forma de totalitarismo. Había publicado Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas y ejercía como director del diarioAhora.

Adolf Hitler durante la toma de París, en 1940. El arquitecto del régimen Albert Speer a su izquierda.- Getty Images

Diez años más tarde se refugiaba en Londres, tras escapar primero de la Guerra Civil española en noviembre de 1936 y de los nazis, después, en 1940, cuando las tropas estaban a un mes de tomar París. Fue lúcido hasta para salvar el pellejo.

El libro señala al egoísmo feroz y desesperado de los franceses

Su mujer embarazada y su hija estuvieron poco tiempo en el París ocupado, disimulando como pudieron con banderas franquistas en el balcón. Regresaron a España y se refugiaron en Sevilla, pasando por Irún. No volverían a ver al periodista nunca más, porque en 1944 muere de apendicitis.

El autor de A sangre y fuego (publicado en Chile en 1937) trabajó en el texto de La agonía de Francia durante su exilio en Londres. El libro fue publicado en 1941 en Montevideo y rescatado por Libros del Asteroide, que lo publica la semana que viene. Mientras escribía su columna en el Evening Standard, colaboraba con la BBC y dirigía The Atlantic Pacific Press Agency, se entregó a analizar el desplome de Francia ante el ejército nazi, con una implacable visión de la sociedad francesa, descubriendo síntomas y señalando culpables.

Como señala Xavier Pericay, en el prólogo de la recuperación del libro de ensayos breves La agonía de Francia, “en 1940, con sólo 43 años a cuestas, Chaves Nogales es ya un periodista como la copa de un pino, que ha dirigido con éxito el diario de mayor tirada de la Segunda República española, que ha creado escuela y que se ha ganado, gracias a sus trabajos, un merecido prestigio entre sus colegas europeos”. A esa edad ya había escapado a dos hundimientos: al de la democracia española y la francesa.

Es una implacable visión de la falta de valentía del pueblo francés

Por eso no hay paños calientes en la reconstrucción de los hechos históricos que hablan de la ocupación francesa. Ni homenajes, ni héroes, ni mártires de la Resistencia que mostrasen a un pueblo comprometido en la lucha contra el invasor. El diagnóstico de Chaves Nogales es tan polémico y duro hoy como hace 70 años. No deja títere con cabeza, no suelta lágrimas por nadie y no contribuye a cerrar las cicatrices de la vergüenza con falsos testimonios. Él estaba allí y escribió con tanta valentía, como con calentura.

El triunfo del egoísmo

Manuel Chaves Nogales se muestra irritado e iracundo. Estaba especialmente herido, para él Francia era la cumbre de la civilización europea. Él, que llegaba de sufrir cientos de bombardeos en Madrid, se encontró en París con la rendición de la ciudad tras el primer ataque aéreo. No soportaba que el pueblo francés prefiriese la esclavitud a la guerra.

Estaba en las listas de la Gestapo. Llamó a Goebbels impresentable

“Este egoísmo feroz, desesperado, egoísmo rayano en el heroísmo, ha sido acaso la razón fundamental de la catástrofe de Francia”, concluye al ver que la “masa popular francesa” de entonces estaba formada únicamente por la suma de todos estos egoísmos individuales. Revisa las causas y no entiende cómo es posible que sea “más fácil y menos peligroso” suprimir al pueblo sus libertades o su dignidad, “que una línea de autobús”.

A lo largo de los ocho capítulos en los que repasa el porqué del abatimiento francés, se muestra agrio ante el conformismo que ha arrastrado al espíritu francés a entregarse sin rebelión al totalitarismo que mancha Europa. De hecho, emplea la más cruda ironía, en el límite del cinismo, para describir cómo París “fue conquistado por los agentes de la porra”, por los agentes alemanes de avanzadilla de los carros de asalto de la primera división motorizada, que les ordenaban el tráfico.

La guerra podrida

“Francia estaba tan deshecha que se derrumbaba con un soplo”

El desenlace de la tragedia fue fulminante: “Después de diez meses de simulacro de guerra, de guerra podrida, como se la ha llamado, Francia estaba tan deshecha que se derrumbaba con un soplo como un castillo de naipes”. Esto es lo que más dolía a Chaves Nogales, la falta de defensa que mostró el pueblo y el gobierno francés. Porque en el libro no exculpa a nadie: desde la aristocracia al proletariado, todos reciben un lúcido descargo de reproches.

Francia murió en una tarde de domingo, banal, apacible y radiante. La Francia en la que él creía se había hundido para siempre, entre “la indiferencia absoluta de una gran ciudad alegre y confiada”, entre la pereza de la muchedumbre endomingada, sin contar con el apoyo de un ejército preparado y dispuesto a todo por la defensa de la democracia.

“Parecía que el ejército francés en vez de ser una escuela de virtudes heroicas actuaba como una trituradora de humanidad. La inclinación antidemocrática de la mayoría de los jefes les llevaba a convertir a las masas de ciudadanos que se les entregaban en una papilla humana repugnante”, escribe valiente.

“La indiferencia absoluta de una gran ciudad alegre y confiada”

El autor pone oído además de fusta y colorea estas crónicas con anécdotas como la de un joven pintor de gran talento movilizado para defender a Francia de la amenaza nazi. Fue llamado por su comandante para encargarle la decoración de una gran sala en la que sería instalado el hogar del soldado. “Pínteme usted en las paredes algo que sea divertido y patriótico, para que los muchachos estén alegres y tengan buena moral”, le dijo el comandante. “Yo no sé pintar nada divertido y patriótico”, replicó el pintor. “¿Pues no es usted pintor? ¿Qué pinta entonces?”, a lo que el soldado le contestó altivo, “pintura abstracta”.

El comandante, dándolo por perdido: “Pinte usted lo que le dé la gana con tal de que no sea comunista. Como me pinte usted algo que huela a comunismo lo encierro en el calabozo durante dos meses. ¡Ah! ¡Y ponga usted banderitas, muchas banderitas tricolores”.

Al escritor le venció el clima moral de una Francia que no esperaba encontrarse ni en sus peores pesadillas. Encontró una sociedad convencida de la inutilidad de todo esfuerzo colectivo, respiraba un ambiente de claudicación y un “sentimiento de derrota en las masas francesas”. “Jamás un pueblo ha querido engañarse a sí mismo con tan firme voluntad. No era sólo que sus dirigentes practicasen la política clásica del avestruz. Era que el pueblo mismo la exigía y la aplaudía”, apunta.

Al autor le venció el clima moral de una Francia que no esperaba

Sin embargo, la rabia no suele ser rentable y Chaves Nogales comete alguna imprudencia por generalizar desde la ira, cuando, por ejemplo, señala que el francés “es siempre más inteligente que el alemán y menos impresionable que el italiano”. Y que a pesar de su inteligencia le han faltado otros atributos “para poder ganar”. Él dice convicción, pero sólo le faltó añadir las tan aclamadas virtudes españolas en este sentido

Tampoco se detiene al señalarse como el único que se atrevió a decir que el pueblo francés se hizo indigno de su régimen democrático, ni al pedir más guerra y menos exiliados, a pesar de ser él uno de ellos: “En la guerra actual los países sucumben no por los ciudadanos que matan las bombas de los aviones enemigos en las fábricas, sino por los ciudadanos que se salvan a costa de abandonar la función que les estaba encomendada por humilde y pacífica que fuese”.

Para Manuel Chaves Nogales la falsa solidaridad, el egoísmo y la falta de cooperación que hizo huir a la población de la amenaza de guerra, es decir, de la muerte, fue la falta que menos indulgencia le produjo. “Todo el mundo quería hacer la guerra sentado en una cómoda butaca”, escribió quien murió meses antes de que el ejército nazi cayese derrotado en toda Europa.

 PUBLICO.ES

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Odisea de héroes: Batallón Mackenzie-Papineau

 
 
Para los Brigadistas Internacionalistas Mackenzie-Papineau la guerra terminó antes de la caída de la República española en manos del fascismo, que se adueñó así de toda España. Para estos héroes de la solidaridad y el internacionalismo el último adios como soldados tuvo lugar en Marça, Falset y Barcelona, allí formaron militarmente por última vez y así pasaron a la historia. Tuvieron el honor de participar en uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, la Guerra Civil española. Para los brigadistas canadienses sobrevivientes, su regreso al Canadá no fué acogedor, sino tiempos dificiles. Otros soldados canadienses sobrevivientes de otras guerras tuvieron buena acogida, no éstos, que fueron recibidos solamente por los hombres y mujeres que creyeron en la liberación y en la República y sabían bien que estos soldados eran soldados ejemplares, aunque este país suyo les negara por el resto de sus vidas su bien merecido reconocimiento, reconocimiento que de todas maneras les daría la historia.
Despedida de las Brigadas Internacionales

Acomiadament de les Brigades Internacionals

Fue en febrero de 1939, en pleno invierno canadiense, que llegaron aquí, al puerto de Halifax en la costa atlántica de este país gigante, para ser muy mal recibidos por las autoridades pero muy bien recibidos por la gente común que los esperaba ese día invernal. Los sobrevivientes, 270 soldados Brigadistas Internacionalistas del Batallón Mackenzie-Papineau, veteranos todos de la Guerra Civil española, nobles guerreros antifascistas que integraron las fuerzas internacionalistas sobrevivientes en solidaridad con el pueblo de España. Ellos serían los primeros, otros contingentes menores arribarían después. Llegaron a este mismo puerto cuyas dársenas han sido testigo de otras llegadas, de la llegada de miles de marinos, de la llegada de inmigrantes europeos y soldados canadienses sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial, y de la llegada de más de cien mil niños británicos –muchos huérfanos que arribaran entre 1868 y 1930 parte de la campaña británica “salve un niño y ayude al imperio” que enviaba a los hijos más necesitados del imperio a las colonias, en parte para mantener el “stock” blanco. Fueron los menores víctimas de los estragos que en las ciudades sufría la gente común, ciudades sufrientes del “apogeo” industrial de la Inglaterra victoriana. Niños vulnerables que terminarían siendo mayormente abusados y trabajando como esclavos, mano de obra barata en este país, todo bajo el irónico lema de protegerlos y proteger al imperio británico.

Cartell - Brigades Internacionals

La historia de los Brigadistas Internacionalistas, parecería fuera otra historia. Bajaron de un barco con bandera de la República española condenada. Sus rostros cansados, aunque seguramente muchos alegres de haber retornado, indicaban quizás que traían encima lo que deja una guerra perdida, incertidumbre sobre el futuro, tristeza de la derrota que se veía ya inevitable, la pérdida de compañeros entrañables y la experiencia de enfrentarse y matar o que te maten. Muchos canadienses los admiraron, incluso la ciudad de Montreal también les hizo un gran recibimiento, a pesar de que en ella abundaban sus enemigos en parte debido a la influencia fascista de la iglesia católica que dominaba en esos años en Quebec. Pero las autoridades y los ricos en Canadá no les daban la bienvenida, ya en 1937 el Parlamento canadiense los había dejado fuera de la ley, como si fueran criminales o indeseables, y esta ley fue un instrumento que la policía federal usó desde el mismo momento de su retorno en su contra, y que comenzara con una ridícula y maliciosa actitud de desconfianza desde que imaginaban que los sobrevivientes usarían el servicio médico del país para tratar sus heridas, que eran muchas, y con esto la polícia canadiense argumentaba sin empacho en contra de estos soldados heridos que serían una carga pública. Fue el comienzo de una vigilancia y una persecución por parte de los servicios policiales y de la inteligencia canadiense, que duraría décadas y que sería muy bien documentado en los archivos oficiales de la policía federal y en el libro del escritor canadiense Michael Petrou. [1]

Desfilada de brigadistes

Tanta persecusión injusta tiene su historia que se origina en las últimas décadas del siglo XIX y tiene raíces en el movimiento sindical de este país. Para 1872 había sido aprobada en Canadá la Trade Union Act, que permitía la afiliación sindical y la formación de sindicatos, caracterizada como actividad lícita pero que no establece mecanismos para implementar estos derechos que obligaban a los dueños de empresas a negociar y firmar contratos colectivos con los sindicatos. Por ello hubo muchas huelgas y acciones directas por parte de los trabajadores canadienses por muchos años. Los primeros sindicatos en Canadá datan de 1812, se trata de los trabajadores especializados de St. John, en New Brunswich. También los mineros se organizan afiliándose a través de todo Canadá, mineros trabajadores de cientos de minas mayormente de carbón, en la United Mine of America y desde su organización dan una constante batalla en favor de sus derechos. Batallaron también los trabajadores industriales, los del transporte y los de las imprentas, en especial en Toronto y Vancouver. La represión policial y de las milicias organizadas por los dueños de empresas y ricos fue seria, muchos trabajadores fueron asesinados, encarcelados y hasta expulsados del país si eran inmigrantes, y la represión fue en aumento a medida que crecían los sindicatos y las organizaciones políticas de izquierda. Entre estas últimas, que existen desde 1880 cuando se organizan los Clubes Nacionalistas y luego la Liga Socialista, están el Partido Socialista Laborista y el Partido Socialista de Canadá. Para 1911 la organización anarquista Industrial Workers of the World (IWW) da nuevo impulso al movimiento sindical y por lo tanto aumenta la represión policial. Para 1919 en el oeste se organiza un sindicato único (One Big Union) que llama a la huelga general en una concentración en la ciudad de Winnipeg donde había enrolado a 50.000 trabajadores, la represión dejó victimas en la concentración. Para 1921 se forma el Partido Comunista canadiense, que llega a tener una fuerza importante en el movimiento sindical y representates en el aparato legislativo de algunas provincias. Para los años treinta surge nuevamente otro frente socialista y sindical importante, Cooperative Commonwealth Federation ( CCF ). Los trostkistas, que existian desde 1928, forman para 1946 el Revolucionary Worker Party (RWP). Canadá era un país muy activo políticamente y las fuerzas de izquierda desafiaban al sistema dominante constantemente.

Los Brigadistas Internacionalistas canadienses no habían salido de la nada, eran parte de un desarrollo político, y ellos mismos conocieron y experimentaron todo esto, incluso la represión brutal y la vergonzosa existensia de campos de prisioneros en 1917 y de nuevo en 1932. En su mayoría los Brigadistas eran izquierdistas activos que conocían el fascismo en casa, motivo principal por el que se habían enrolado como voluntarios para cruzar el océano y luchar en defensa de la República española, en contra del fascismo que crecía y se fortalecía en Europa. Fue por esto que a su regreso al país estarían en la mira de los ojos vigilantes de los fascistas canadienses por, practicamente, el resto de sus vidas. La policía federal de Canadá presionaba continuamente al gobierno de turno para procesarlos por haber sido parte del Batallón Makenzie-Papineau, no se llevó a los tribunales simplemente porque ningún político se atrevió por el desprestigio que significaría, debido a la gran popularidad y admiración del pueblo canadiense por estos soldados de la solidaridad, los más legítimos luchadores antifascistas existentes. Cuando Canadá declara la guerra a Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, muchos veteranos internacionalistas se enlistan como voluntarios para volver a pelear en Europa contra los nazis, pero la mayoría de ellos son rechazados, acusados de radicales, agitadores y desconfiables. Algunos superan la censura, como el ex comandante del Batallón Mackenzie-Papineau, Edward Cecil-Smith, un soldado excelente con una rica experiencia en el frente de batalla que fue reconocido por los jefes del ejército canadiense, pero quien, sin embargo, luego de un corto tiempo de servicio es dado de baja y devuelto a Canadá.

Brigadistes anglesos de la centuria Tom Mann

The Canadian Legion (Legión Canadiense), la asociación que afilia a todos los veteranos de guerra, no permitió la afiliación de los veteranos del Mackenzie-Papineau, que tuvieron que crear su propia organización de veteranos de guerra para seguir contribuyendo a la lucha contra la dictadura de Franco. Pero las autoridades policiales y políticas del país les impidieron legalizar su organización, todos ellos incluídos en las listas negras del poder, listas que crecieron enormemente en los años 50 con el comienzo de la Guerra Fría.

Con los años los Brigadistas Internacionalistas de este país se fueron transformando en una historia oculta, prohibida en la educación, en los medios de información y en los poderes políticos. Para los años 70, cuando quedaban un par de docenas de estos héroes olvidados que tenía ya entre 60 y 70 años de edad, vuelven a intentar registrar formalmente su organización con el fin de solidarizarse con el restablecimiento de la democracia en la España franquista. Su solicitud la hicieron durante el gobierno de Pierre Trudeau, el más famoso político canadiense que fuera siempre presentado como hombre progresista, nacionalista, inteligente. Pero su gobierno también se negó a la formalización de la organización con la excusa de que estos veteranos estaban vinculados al Partido Comunista canadiense y que perjudicarían las relaciones con la España de Franco. La policía canadiense mantuvo los archivos de los 1.200 veteranos internacionalistas hasta 1984, cuando sólo estaban vivos unos 150 de ellos, la mayoría de ellos no pertenecía al Partido Comunista canadiense.

Vicente Rojo, Juan Modesto, Juan Negrín y Enrique Líster en el acto de despedida de las Brigadas Internacionales en Barcelona

Como casi todas las “democracias occidentales,” Canadá fingió neutralidad no denunciando la descarada intervención de la Alemania nazi, ni de la Italia de Mussolini en la Guerra de España. Como el resto de las mentadas “democracias”, Canadá no apoyó, ni ayudó en nada a la República española en su momento de necesidad, cuando su institucionalidad peligraba bajo el ataque de las fuerzas fascista extranjeras y nacionales bajo el comando de Franco. Por el contrario muchas entidades corporativas de estos paises “democráticos” suministraron apoyo económico, implementos y combustibles, como lo hizo la Texas Oil Company americana. Las élites y algunos sectores de las clases medias en Estados Unidos y Europa, simpatizaban con la Alemania nazi y con la Italia fascista, hasta el momento mismo en que éstas se vuelven contra ellos. Casi todos los paises occidentales desarrollados, a pesar de haber participado en la Segunda Guerra Mundial y haber perdido millones de soldados y civiles a manos del fascismo, miraron con desprecio el intento legítimo de la República española de defenderse aunque ésta fue un gobierno legítimamente elegido por su pueblo. Pero aunque Canadá no tuvo problema alguno en recibir a miles de nazis como inmigrantes al final de la guerra, sí continuó vigilando y persiguiendo a quienes lucharon contra el fascismo, en particular si habían pertenecido o simpatizaban con organizaciones de izquierda [2] . Para finales de los años 40 se implementa en Canadá un estado de bienestar a inicios de la Guerra Fría, se dan ciertas reivindicaciones sindicales, sociales y económicas exigidas por los trabajadores pero a cambio de éstas muchos dirigentes de organizaciones laborales se hacen cómplices en desprestigiar izquierdistas y pensamientos socialistas.

El descaro de las llamadas democracias occidentales de Europa y Estados Unidos no ha tenido limites, asi como favorecieron el crecimiento del fascismo en contra de la España Republicana, favorecen durante los últimos 60 años dictaduras criminales en Asia, Africa y América Latina, dictaduras que no habrían sobrevivido un día sin su apoyo. Para cubrir su complicidad, muchos países del llamado Primer Mundo han recibido algunos de los refugiados que escaparon de las cacerías humanas implantadas por ellos mismos y sus regímenes amigos. Pero los proyectos populares que emergen en el Tercer Mundo tratando de proteger a sus ciudadanos y buscar equidad son atacados, como fue atacada la República española. Como tiburones, los mandamases del mundo tratan de devorar a cualquier lider que se proponga la liberación de los pobres del mundo, y para ello hacen uso de los más sucios métodos a su alcance. Asi, cuando presidentes, primer ministros o reyes del Primer Mundo se pavonean en foros mundiales disfrazándose de “defensores de la civilizacioin, la democracia y los derechos humanos,” que es quizás el escenario mas cínico y grotesco que nos presentan, no debemos olvidar los crímenes que han cometido contra quienes han luchado realmente por los derechos humanos y la democracia popular. A través de los siglos las élites dominantes que los falsos demócratas representan han tratado de destruir los derechos y los espacios liberadores que los pueblos y sus hijos han logrado en la historia. Son espacios defendidos por luchadores y luchadoras, que como los Brigadistas Internacionalistas del Mackenzie-Papineau defendieron en España. Se paga un precio alto por cualquier lucha justa pero el dinamismo de la historia nos asegura que no falten quienes tomen los puestos de combate que se abren. Asi como lo hicieron los Brigadistas en los campos de la España republicana, donde muchos lucharon sin siquiera dominar el idioma del lugar.


[1] Petrou, Michael (2008) “Renegades: Canadians in The Spanish War” (Renegados: Canadienses en la Guerra Española), University of British Columbia Press.

[2] Rodal, Alti (1986) Deschenes Commission of Inquiry on War Criminals http://christianactionforisrael.org/antiholo/nazican.htm

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 Brigadistas Internacionalistas de Canadá en España

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Santos Juliá en el limbo de los justos

Pedro Luis Angosto

Después de recibir las loas de Pío Moa, máximo exponente de los seudohistoriadores revisionistas que utilizan la causa general franquista como paradigma historiográfico inalterable, el eminente historiador Don Santos Juliá, biógrafo de Azaña y premio nacional de Historia, ha entrado en el limbo de los hombres justos y equidistantes…
NUEVATRIBUNA.ES – 22.7.2010

…Como tantas otras personas acomodadas, Juliá -al que muchos leímos sin demasiado deleite pero con interés, eran otros tiempos- ha cubierto la sinuosa senda que va del trabajo por develar el pasado que nos fue negado conocer hasta la historia oficial. Difícil viaje ese, doloroso viaje cuando en él se deja el coraje y la sabiduría, cuando de investigador se pasa a pontífice y a predicar verdades absolutas que casi nadie cree pero que complacen a los que siempre estuvieron complacidos con su victoria cuartelera, cuando se pasa de hurgar en la mentira para hallar la verdad, a darle la vuelta a la tortilla para quedarse dónde muchos, como el comisario Comín Colomer, ya estaban en los años cuarenta del pasado siglo.

El 25 de junio pasado, día de Santa Eurosia, virgen y mártir, Santos Juliá publicó un lamentable artículo en el periódico narcisista El País, diario que durante muchos años fue un referente para muchos pero que hoy apenas se diferencia de su homólogo matutino ABC. En el artículo en cuestión, titulado “Duelo por la República española”, Juliá, que parece haberse apropiado de Azaña para su personal uso, erigiéndose en su máximo intérprete y sacerdote, compara a los golpistas africanistas con aquellos que decidieron ser leales a la República, a quienes tenían la obligación de mantener el orden constitucional a toda costa, por sus juramentos y por sus sueldos, con quienes defendieron de un modo u otro ese orden sin estar capacitados para ello, pues, evidentemente, no era su trabajo. El historiador asustado, temeroso de que los españoles puedan decidir alguna vez por sí mismos, sin tutelas, sin transiciones impuestas, sin vigilantes, de que puedan de una vez por todas ponerse en paz con su pasado, argumenta que tanto en uno como en otro lado se quiso exterminar al disidente ideológico y que si en la zona republicana no se mató más fue porque ya no quedaba a quien matar -¿cómo se puede decir semejante barbaridad? ¿Está el Sr. Juliá en sus cabales?-, para lo que instrumentaliza los pensamientos íntimos de Azaña y los explica a su modo como si los demás lo necesitásemos a él para leer e interpretar al extraordinario político y escritor de Alcalá de Henares. Luego aduce, increíblemente, que de no haber triunfado los africanistas, lo habrían hecho los revolucionarios, con lo cual la República habría desaparecido igualmente.

En primer lugar, en los meses anteriores a la guerra civil, la situación social de España no se diferenciaba demasiado de la que se vivía en los países europeos de nuestro entorno. La conflictividad social en Francia era tal que muchos creían próximo el estallido de una guerra civil; en Alemania mandaba Hitler después de haber acabado con la República de Weimar y con el movimiento obrero; en Italia, Mussolini, y en el resto de Estados nada estaba claro.

En segundo lugar, Azaña sintió deseos de dimitir tras los crímenes de la cárcel modelo madrileña, pero antes se había negado a firmar la detención de los golpistas que figuraban en una lista que le entregó el Director General de Seguridad, José Alonso Mallol. Azaña sentía un inmenso dolor, como la mayoría de los republicanos, al ver arder su patria después de tantos sacrificios, pero pese a ese dolor continuó presidiendo la República española hasta casi el final de la guerra.

En tercer lugar, Azaña debió dimitir al sentirse incapaz de dirigir la resistencia al fascismo. Inevitablemente, cuando quienes tenían la obligación ineludible de defender el orden constitucional republicano decidieron utilizar las armas contra ese orden, todo era posible y cualquier medida adoptada por el pueblo para atajar la traición habría sido legítima.

En cuarto lugar, como muchas veces se ha dicho, Azaña tenía en su cabeza un modelo de Estado muy parecido al de la Tercera República francesa pero adaptado a la realidad española, lo que necesariamente obligaba a afrontar de una vez por todas una justa articulación del país reconociendo las peculiaridades de cada una de sus partes y a encarar las reformas sociales de calado a las que la oligarquía se opuso con todas sus fuerzas, dentro y fuera de la Ley. Azaña fue un gran reformista para tiempos de paz, pero quiso olvidarse de que el verdadero núcleo de poder en España no estaba en la Gaceta ni en las mayorías, sino en la oligarquía tradicional y en la gran burguesía, que fueron quienes hicieron fracasar con sangre sus buenas intenciones.

En quinto lugar, jamás en la España de los años treinta habría triunfado una revolución social, primero porque no se daban las condiciones objetivas, segundo porque el Estado, de no haberse sublevado los encargados de mantener el orden, tenía resortes suficientes para controlar movimientos que nunca tuvieron una organización estatal; en tercer lugar, porque el Partido Comunista, muy minoritario antes de las sublevación, había aceptado el Estado parlamentario y no estaba por revoluciones de ningún tipo.

En sexto lugar, en cuanto los sucesivos gobiernos republicanos pudieron reconstruir medianamente el aparato del Estado cesaron los crímenes callejeros, que desde luego nunca se produjeron por órdenes de ningún ministro republicano. Me gustaría que el Sr. Juliá nos dijese quienes eran los Mola, Queipo de Llano y Franco de los distintos gobiernos republicanos.

En séptimo lugar, no fueron cincuenta mil los fusilados por Franco. La edad no es un límite para nada siempre que uno sepa barajarse, pero sí cuando se pierde la noción de la realidad y el control de la razón: A los fusilados que dice el Sr. Juliá habría que añadir, los 113.000 desaparecidos que todavía yacen en fosas, hecho sin precedentes en Europa Occidental; los ciento cincuenta mil exiliados y sus descendientes que nunca pudieron regresar a España; los miles de muertos por “enfermedad” en campos de concentración, cárceles, cuarteles y comisarías; los miles de torturados, los millones de castrados vitales e ideológicos que creó ese maravilloso régimen criminal durante décadas de opresión.

En octavo lugar sí, la transición fue el resultado de una serie de conversaciones que comenzaron en el exterior a principios de los cuarenta, pero esas conversaciones, gracias a Gran Bretaña y Estados Unidos no llegaron a ningún sitio, permitiendo que la dictadura sanguinaria se acabase por consunción, protegida como estaba por las grandes potencias democráticas. La transición tuvo su momento, pero no me venga ahora con monsergas, treinta tres años después de las primeras elecciones democráticas tenemos derecho a saber y podemos prescindir perfectamente de los manijeros de la historia.

Por último, para haber llegado al mismo lugar que Pío Moa, Zavala, Vidal, Losantos, La Cierva y compañía, podría usted, Sr. Juliá, haberse ahorrado tanto el viaje como las alforjas.

Pedro L. Angosto

NUEVA TRIBUNA –  24/07/2010Z

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Publicado un compendio de escritos de Federico Melchor, voz de Radio España Independiente y exdirector de Mundo Obrero

Del prólogo de Xavier Domènech/El Viejo Topo

Federico Melchor fue un dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas, fue también uno de aquellos militantes que impulsaron al principal partido de la guerra en las condiciones más duras y que, con el fin de la misma, tuvo que vivir los aciagos días del exilio y de la reconstrucción de la razón democrática. Pero, más allá de todo eso, fue una de esas personas que, como decía Giorgio Gaber: Era comunista porque necesitaba impulsarse hacia alguna cosa nueva. Porque sentía la necesidad de una moral diferente. Porque quizá sólo era una fuerza, un vuelo, un sueño, una inquietud de cambiar las cosas, de cambiar la vida. Sí, alguien era comunista porque, junto a esta inquietud, cada uno era más…más de sí mismo. Era como dos personas en una. De una parte la persona cansada de la cotidianidad y, de la otra, la persona que tenía el sentido de pertenencia a una raza que quería alzar el vuelo para cambiar verdaderamente la vida. Aún era, de todas formas, algo más. Perteneció a la generación del 36. Una de las generaciones más extraordinarias de este país, con la que tenemos una deuda eternamente pendiente. Aquella que abandonó sus sueños individuales para fundirse, desde su juventud, en los colectivos. Aquella que, como relataba Rosa Luxemburg, en una carta escrita desde prisión en los momentos iniciales de esta tradición: Necesito, por consiguiente, tener a alguien que me crea cuando digo que sólo por error danzo en el torbellino de la historia mundial. Y es que efectivamente Federico Melchor fue uno de esos militantes a los que su deseo de cambiar la vida de los demás cambió también completamente la suya.

Federico Melchor (Madrid, 1915). Desde muy joven frecuenta la Casa del Pueblo. Milita en la Juventud y el Partido Socialista. Redactor del semanario Renovación. Secretario de la J.S. de Madrid.

Miembro de la Ejecutiva Nacional de la J.S. Redactor de Claridad. Contribuye a la unidad de las Juventudes socialistas y comunistas. Miembro de la Comisión Ejecutiva de la Juventud Socialista Unificada. Capitán del Batallón Octubre. Delegado de las Fuerzas de Seguridad en la Junta de Defensa de Madrid. Pasó del PSOE al PCE.

Director general de la Subsecretaría de Estado para la Información propaganda del gobierno de Negrín. Secretario de Milicias de la JSU. Colabora en el diario Ahora. Director del diario Trincheras. Exiliado en París, edita Juventud, de la JSU. Al comienzo de la segunda Guerra Mundial es expulsado de Francia. Embarca hacia México. Redactor de España Popular y del Boletín de Información Sindical de UGT. Director de Juventud de España de la JSU en México. Tras el final de la segunda Guerra Mundial vuelve a Europa y se incorpora a la dirección de la JSU. Redactor de Radio España Independiente en Bucarest. En París, de nuevo, dirige una oficina de información del PCE y el semanario Información Española. Director de Mundo Obrero en la clandestinidad en París y en la transición en Madrid. Director de Mundo Obrero diario. Responsable de la política nacional de la revista semanal Ahora. Muere en Madrid el 11 de septiembre de 1985 a los 70 años

LA REPÚBLICA – 24/07/2010

Redacción Aragón

Presentación del libro “Federico Melchor. Testimonio de una vida. La Generación del 36 que se enfrentó al fascismo”

La FIM Rey del Corral y la librería Central han presentado hoy miércoles 9 de junio a las 19.30 h el libro “Federico Melchor. Testimonio de una vida” en la Sala Cultural de la zaragozana Librería Central.

Este libro editado por la Associació Catalana d´Investigacions Marxistes (ACIM), la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) y la publicación “Mundo Obrero” narra la vida de Federico Melchor, un hombre comprometido de la Generación del 36 que se enfrentó al fascismo.

Federico Melchor (Madrid, 1915-1985)

Desde muy joven frecuenta la Casa del Pueblo. Milita en la Juventud y el Partido Socialista. Redactor del semanario Renovación. Secretario de la J.S. de Madrid.

Miembro de la Ejecutiva Nacional de la J.S. Redactor de Claridad. Contribuye a la unidad de las Juventudes socialistas y comunistas. Miembro de la Comisión Ejecutiva de la Juventud Socialista Unificada. Capitán del Batallón Octubre. Delegado de las Fuerzas de Seguridad en la Junta de Defensa de Madrid. Pasó del PSOE al PCE.

Director general de la Subsecretaría de Estado para la Información propaganda del gobierno de Negrín. Secretario de Milicias de la JSU.

Colabora en el diario Ahora. Director del diario Trincheras. Exiliado en París, edita Juventud, de la JSU. Al comienzo de la segunda Guerra Mundial es expulsado de Francia. Embarca hacia México. Redactor de España Popular y del Boletín de Información Sindical de UGT. Director de Juventud de España de la JSU en México. Tras el final de la segunda Guerra Mundial vuelve a Europa y se incorpora a la dirección de la JSU.

Redactor de Radio España Independiente en Bucarest. En París, de nuevo, dirige una oficina de información del PCE y el semanario Información Española.

Director de Mundo Obrero en la clandestinidad en París y en la transición en Madrid. Director de Mundo Obrero diario. Muere en Madrid el 11 de septiembre de 1985 a los 70 años.

El acto ha sido presentado por Joaquín Casanova y han intervenido José María Ballestín (director de la FIM Rey del Corral), Juan Garuz, Emilio Lacambra, José Ramón Marcuello y ha finalizado con la intervención y lucidez del carismático comunista Armando López Salinas (militante PCE).

Al final del acto se ha servido un vino.

Intervención de A. López Salinas. Presentación de “Federico Melchor. Testimonio de una vida” http://fimreydelcorral.blip.tv/

Ni Iglesias ni Gallego asistieron al entierro de Federico Melchor

Ni el secretario general del Partido Comunista de España (PCE), Gerardo Iglesias, ni el del Partido Comunista (PC, escindido de aquél), Ignacio Gallego, asistieron ayer en el cementerio de la Almudena, en Madrid, al entierro de Federico Melchor, ex director de Mundo obrero y militante comunista enclavado en el sector que encabeza el ex secretario general Santiago Carrillo.Carrillo fue la figura más representativa de las que acudieron al cementerio. El ex dirigente del PCE, con lágrimas en los ojos, pronunció unas palabras de adiós -“a mi más viejo y fiel amigo”- ante la tumba de Melchor, en torno a la cual se congregó un amplio grupo de personas.

Entre los dirigentes del PCE que asistieron al acto figuraban también Simón Sánchez-Montero, Francisco Romero-Marín, José Sandoval y Andreu Claret. Este último comentó, en relación con la ausencia de Iglesias: “No sé qué le habrá pasado. A lo mejor está fuera de Madrid”. Claret adujo también el adelanto del entierro sobre la hora prevista para justificar algunas de las ausencias mencionadas. “Lo cierto es que el entierro estaba previsto a las nueve de la mañana y se celebró un cuarto de hora antes, porque llegó el féretro con antelación. Por eso, cuando yo abandonaba el cementerio, a las 9.05, llegaba mucha gente que habría querido sumarse al acto”. El entierro, que duró poco más de 20 minutos, tuvo un momento de máxima emoción cuando Santiago Carrillo, tras evocar brevemente la figura de Melchor, declaró: “Seguiremos el camino que tú has seguido, seremos fieles a tu recuerdo y memoria, no podremos olvidarte nunca. Adiós, Federico. Adiós”. A continuación, los asistentes al acto entonaron La Internaional, interrumpida por la voz de, una mujer que gritó: “Viva la unidad de los comunistas españoles”. Una parte de los asistentes secundó el grito, mientras otros reclamaron silencio.

Un hombre bueno

Tras el entierro, Santiago Carrillo tuvo unas palabras para glosar la figura de Federico Melchor. “Como comunista”, dijo, “es un ejemplo. Desde los 17 años luchó por la unidad obrera. Ingresó en las filas del partido cuando aquí no se venía a ser diputado ni a ostentar cargos públicos, en la época de la defensa de Madrid”, añadió. “Era incapaz de odiar”, continuó diciendo el ex dirigente del PCE. “Podía combatir por sus ideas políticas, pero sin hostilidad ni rencor. Era un hombre bueno en el sentido más noble de la palabra bueno”.Federico Melchor falleció el pasado día 11 en Madrid, a consecuencia de un paro cardiaco que le sobrevino cuando se encontraba en la revista Ahora, de la que era redactor. Melchor había nacido en Madrid en 1915 e ingresó en el Partido Comunista de España en 1936, en plena defensa de Madrid, al igual que Santiago Carrillo. Exiliado después de la guerra civil, continuó su militancia comunista y fue elegido miembro del Comité Central del PCE y del Comité Ejecutivo. Periodista de profesión, fue redactor de Renovación y de Claridad, y director de Mundo Obrero, publicación oficial del PCE, hasta 1974. EL PAIS – 14/09/1985

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